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Kamala Harris se prepara para liderar a demócratas en 2024; hay lecciones de su candidatura de 2020

ATLANTA (AP) — Kamala Harris fue recibida por una multitud masiva y entusiasta durante el primer mitin de su recién anunciada campaña presidencial en 2019. Un día de finales de enero, cuando habló frente al ayuntamiento de su ciudad natal de Oakland, California, enmarcó su candidatura como parte de algo más grande que solo ganar una elección.

“Estamos aquí en este momento porque debemos responder a una pregunta fundamental”, dijo Harris, al invocar el llamado de Robert F. Kennedy de 1968 a un “liderazgo moral”: “¿Quiénes somos como estadounidenses?”.

Los primeros días de la campaña de Harris estuvieron envueltos en significado histórico. Lanzó formalmente su candidatura el Día de Martin Luther King Jr. con referencias a Shirley Chisholm, la primera persona y mujer negra en buscar el apoyo presidencial de un partido importante.

En ese momento, con los demócratas desesperados por la presidencia de Donald Trump, la senadora de California en su primer mandato parecía ser una cura ideal. Hija de madre india y padre jamaicano, Harris evocó comparaciones con Barack Obama, cuya biografía poderosa y retórica vertiginosa galvanizaron a los demócratas más de una década antes.

Pero la promesa inicial de la campaña de Harris se encontró con una realidad más complicada y pasó los siguientes 10 meses en una lucha por abrirse paso en un campo abarrotado de candidatos, en la que desgastó personal y dinero. Finalmente se retiró de la contienda semanas antes de los caucus de Iowa, una decepción mitigada sólo cuando el candidato Joe Biden la seleccionó como su compañera de fórmula.

Harris, anteriormente fiscal y procuradora general de su estado, lanzó su campaña de 2020 bajo el lema: “Kamala Harris: Para el pueblo”. Habló en términos amplios sobre un “punto de inflexión” para un país desgarrado por fisuras sociales, disparidades económicas y conflictos políticos. Enfatizó su biografía y su “visión de cochecito de niño”, una perspectiva cercana al suelo —o la base— del activismo de sus padres en el Movimiento por los Derechos Civiles.

Como una de las primeras en participar en la contienda, el bombardeo mediático inicial y el apoyo preliminar masivo de Harris solidificaron su estatus como presunta favorita.

Sus asesores delinearon un amplio camino hacia la nominación.

El senador de Vermont Bernie Sanders, quien lideró el ala progresista de los demócratas, y Elizabeth Warren, la senadora de Massachusetts, fueron su mayor desafío. Biden, el entonces exvicepresidente de 76 años, aún no anunciaba su candidatura, pero se esperaba que anclara al ala más centrista, y él se mantuvo fuerte entre los votantes negros que figuraron de manera tan prominente en las primeras primarias en Carolina del Sur y muchos estados que le siguieron el Supermartes.

Harris llegó a la campaña al alcanzar su mejor momento durante las sesiones del Comité Judicial del Senado, especialmente cuando interrogó a los candidatos de Trump para la Corte Suprema. También se apuntó como copatrocinadora del esfuerzo de Sanders para establecer un sistema nacional de seguro médico “Medicare para todos”. Y era un personaje habitual de las noticias por cable y de las redes sociales.

Algunos progresistas más jóvenes desconfiaban de su trayectoria como fiscal. “Kamala es policía” se convirtió en eslogan en las redes sociales. Ese contingente, aunque muy expresivo, no se consideraba lo suficientemente grande como para influir en una contienda primaria nacional, y su oposición en realidad afirmó uno de los argumentos de Harris: “Toda mi carrera se ha centrado en mantener a la gente segura”, dijo a la cadena ABC News. “Es probablemente una de las cosas que me motiva más que cualquier otra cosa”.

Con todo su potencial, los ayudantes de Harris razonaron que podría atraer a casi todas las ramas del partido. Fue, más o menos, una campaña destinada a debilitar y eventualmente superar la coalición de Biden, en caso de que él se uniera a la contienda —reforzada con un enfoque hacia la izquierda que Biden, un hombre veterano blanco de la clase dirigente de Washington, nunca podría lograr.

Hay un arte en la política presidencial para atraer a los votantes de maneras que les permitan ver lo que quieren ver: el “Esperanza y cambio”, de Obama, el “Hagamos grande a Estados Unidos otra vez”, de Trump. No obstante, el riesgo de apuntar a todas partes es que un candidato puede no dar en el blanco en ningún lado.

Las primeras apariciones de Harris en Iowa, el primero en el calendario de nominaciones, y en Carolina del Sur estuvieron dominadas por mujeres en edad de trabajar, un grupo demográfico clave para los demócratas. En Carolina del Sur, mucho más diverso que Iowa, abrumadoramente blanco, sus audiencias fueron racialmente diversas.

Pero a medida que el campo general se amplió, Harris desapareció de su estatus de favorita de facto. Se convirtió en una de los muchos candidatos que competían por dinero, atención mediática y votos —especialmente después de que Biden anunciara su candidatura en la primavera. Ella recaudó 12 millones de dólares en el primer trimestre de 2019, una suma sólida, pero que no reflejaba la electricidad de su descarga inicial en Oakland.

“Esa cosa fue una batalla campal”, dijo Boyd Brown, exmiembro del Comité Nacional Demócrata quien respaldó al exrepresentante de Texas Beto O’Rourke para la nominación. “Todos intentaban alcanzar a Biden”.

El argumento a favor de una presidencia de Harris nunca se cristalizó. A pesar de su lema “Para el pueblo”, ella no proyectó el populismo económico de Sanders o de Warren. Las súplicas sobre la democracia no fueron centrales para su marca en comparación con la de Biden, cuyo discurso de “Alma de la Nación” enmarcó al 2020 como una misión singular: evitarle al país otro mandato de Trump.

Y había otro contendiente que Harris no tuvo en cuenta: Pete Buttigieg, el exalcalde de South Bend, Indiana, de 37 años, construyó una red de base de gente común en Iowa, disfrutó de una gran atención de los medios nacionales y se convirtió en el rival generacional de Biden en el carril moderado de las primarias.

Harris logró un momento decisivo en el primer debate de las primarias en junio, cuando criticó a Biden por haberse opuesto al transporte en autobús ordenado por la corte en la década de 1970 como respuesta a la continua segregación en las escuelas públicas. Personalizó su andanada al hablar de una joven estudiante de minorías que asistió a una escuela integrada sólo gracias a una acción federal.

“Esa niña pequeña era yo”, le dijo a Biden.

La campaña de Harris inmediatamente comercializó productos de campaña con la cita, lo que generó algunas críticas de que era una frase hecha.

El debate le dio a Harris su mayor aumento de recaudación de fondos desde su lanzamiento. Pero las buenas noticias duraron poco. En los días siguientes aclaró que no necesariamente apoyaba el transporte en autobús exigido por el gobierno federal —la posición mantenida por Biden cuando era un joven senador estadounidense—. E incluso con el impulso, su recaudación de fondos en el segundo trimestre fue de sólo 12 millones de dólares, muy por detrás de Biden, Sanders y Buttigieg, quienes duplicaron su marca.

En el verano, Harris dio a conocer su plan de atención médica y propuso agregar una opción pública similar a Medicare a los intercambios de seguros médicos privados existentes. Fue un cambio que abandonó su posición de pagador único en el Senado y puso en relieve su dificultad para encontrar un mensaje central. En los debates, sus rivales atacaron su trayectoria como fiscal, especialmente su agresividad contra los infractores por drogas. Para el otoño, su tiempo para hablar en el escenario estaba a la mitad del grupo, lo que dificultaba cambiar la dinámica.

Biden flaqueaba en Iowa y Nueva Hampshire. Pero el apoyo hacia él entre los votantes negros se mantuvo estable y Harris no tenía fondos para anuncios de televisión. El escenario ideal de Harris —un comienzo impresionante en Iowa, luego adelantarse a Biden en Carolina del Sur y en el Supermartes— estaba cerrado.

“Joe Biden siempre ha sido nuestro hombre”, dijo Antjuan Seawright, un destacado consultor demócrata negro en Carolina del Sur, al explicar que nunca se trató de un rechazo a Harris.

Ella puso fin a su campaña el 3 de diciembre de 2019 al decir: “De buena fe, no puedo decirles... que tengo un camino a seguir si no creo que lo tengo”.

La evaluación más dura es que Harris realizó una mala campaña que reflejó a la protagonista —una advertencia sobre sus perspectivas para 2024.

“Es simplemente una candidata horrible que no pudo comunicar los motivos de su candidatura”, dijo el encuestador republicano Whit Ayres, quien reflexionó que Biden, a sus 81 años, podría haber dejado de lado sus propias ambiciones de reelección más rápidamente si hubiera tenido más confianza en su vicepresidenta.

La mayoría de los demócratas son más comprensivos al ver las cosas en retrospectiva. Ciertamente, Biden lo fue cuando consideró sus opciones para el puesto de segundo al mando.

“Defendimos el punto de que ella podía aportar la energía adecuada y ayudar a defender el caso... Claramente, él también vio algo allí”, dijo Brazile.

El propio Biden llevó a cabo “una pésima campaña presidencial” en 2007-2008, señaló Brown, sólo para convertirse en vicepresidente de Obama y finalmente derrocar a Trump. Ahora Harris tiene esa oportunidad.

“La política”, agregó Brown, “se trata del momento perfecto”.

FUENTE: Associated Press

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