Según documentos y testimonios recogidos por la ONG, desde hace más de treinta años especialistas cubanos —como contadores, técnicos y financieros— son enviados a trabajar a esa refinería en condiciones que difieren significativamente de las pactadas oficialmente: aunque en los contratos figuren salarios y beneficios similares a los de sus colegas canadienses, en la práctica sufren un régimen de supervisión estricto y retención sustancial de sus ingresos.
Un contrato confidencial de 2016 demuestra esta disparidad: un especialista podía ganar oficialmente 95 450 dólares canadienses al año, pero tras impuestos y la obligación de enviar la mayoría del salario a Cuba, solo le quedaban entre 600 y 1 000 dólares al mes —dependiendo si viajaba solo o con su familia—, mientras que hasta el 84 % restante era canalizado hacia cuentas controladas por el régimen en el Banco Financiero Internacional, ligado al conglomerado militar GAESA.
Este sistema también impone restricciones severas a la libertad personal: los trabajadores no pueden relacionarse con la población local ni salir del área sin permiso, deben moverse siempre en grupo bajo vigilancia, y reciben instrucción política mensual de forma clandestina para eludir la supervisión canadiense.
A pesar de contar con vivienda, acceso a atención médica y un auto arrendado, los salarios netos apenas cubren lo básico, lo que hace difícil sostenerse y mucho menos enviar dinero a sus familias en Cuba. Como resultado, al menos 40 trabajadores cubanos han decidido desertar y permanecer en Canadá, a pesar de enfrentarse a sanciones como la prohibición de regreso a Cuba por ocho años o penas de prisión de tres a ocho años según el Código Penal cubano.