Fueron nueve años “sumamente duros” en los que su vida estuvo en pausa, en los que sufrió el dolor que atravesaba su familia y en los que a pesar del tiempo y el esfuerzo, siguen intactas las cicatrices que le dejaron los diez meses de encierro.
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SUSCRIBITEFueron nueve años “sumamente duros” en los que su vida estuvo en pausa, en los que sufrió el dolor que atravesaba su familia y en los que a pesar del tiempo y el esfuerzo, siguen intactas las cicatrices que le dejaron los diez meses de encierro.
Hoy, tras la orden de absolución de cargos emitida a su favor por el Circuito de Apelaciones de Boston, el exsenador por el Partido Nuevo Progresista(PNP) Héctor Martínez solo anhela recuperar su vida, pasar la página, sanar y regresar a la práctica de la abogacía, profesión de la que fue suspendido por segunda ocasión en abril del año pasado.
“Lo primero que quiero hacer es hacer mi petición al Tribunal Supremo para la reinstalación de mi licencia, que lo evalúen como hicieron la primera vez y confío que nuestro más alto foro pueda darle validez a la decisión del circuito”, compartió Martínez.
El exsenador habló con El Nuevo Día a 72 horas de la determinación que vino acompañada de una opinión del juez puertorriqueño del Primer Circuito de Apelaciones, Juan Torruella, en la que estableció que la fiscalía federal “falló en establecer un elemento esencial del crimen por el que se imputaba” tanto a Martínez como al empresario Juan Bravo.
Aunque estaba confiado en una decisión favorable, lo primero que le preguntó a Bravo fue si habría un tercer juicio.
“Un tercer juicio ante el mismo juez es duro. Es como entrar al pelotón de fusilamiento, no hay manera. Si hubiera ido a un cuarto, un quinto juicio iba a salir culpable comoquiera. Allí la culpabilidad es automática”, señaló el exlegislador por el distrito de Carolina.
¿La orden demuestra la inocencia que usted reclamó por estos años?
—No tan solo en esa opinión, se demostró en el juicio, se demostró en la primera apelación, en la segunda apelación... El ticket de la pelea nada tuvo que ver con los proyectos de ley.
De este proceso, dijo, lo más difícil fueron los diez meses de encierro y el dolor que dicha acción ocasionó en sus familiares. Aún llora al pensar en aquellos días.
Contó que perdió 45 libras, cómo los libros del autor Carlos Luis Zafón se convirtieron en su “válvula de escape”, la conexión con la libertad que le regalaba su trabajo en landscaping y cómo la alegría de recibir a su familia se transformaba en dolor cada vez que partían. “Recuerdo cuando mami me fue a visitar por primera vez”, compartió sin poder contener las lágrimas.
Las paredes en la cárcel -inicialmente fue ingresado en el Centro Metropolitano de Detención, en Guaynabo, pero luego lo trasladaron a diferentes instituciones en los EE.UU.-, le sirvieron también para validar el amor incondicional de su familia, quiénes eran sus verdaderos amigos y que la rehabilitación no existe.
“Son instituciones y centros de retribución para pagar la pena. Allí no te dan las herramientas para que las personas convictas puedan reintegrarse de alguna forma respetable y digna en la libre comunidad, no la hay. Ese es el sistema federal, en Puerto Rico ni hablar”, expresó.
Su fe en el sistema judicial está firme, pero sí reconoció que la justicia está accesible solo a unos pocos que cuentan con los recursos económicos para sostener una defensa. La experiencia la utilizará para ayudar a quienes no pueden defenderse. “Eso es algo que he pensado en estos días y lo voy a hacer”, señaló.
¿Cree que sea capaz de pasar la página?
—Lo estoy haciendo. Esto es una cicatriz que te marca para el resto de vida. No creo que nadie se puede recuperar de esto, tú trasciendes, sanas, perdonas y estoy en ese proceso de perdón a aquellos que se prestaron para decir media verdades.
De lo que sí cree que no hubiera sido capaz es de enfrentar un nuevo encierro, confesó. “No sabía si psicológicamente podía tener esa fortaleza para enfrentar esto por segunda ocasión, estar ingresado en una celda, porque la ley suprema de una institución penal es la rutina... allí el tiempo no tiene piedad y los recuerdos te queman el alma y el espíritu”, señaló.
El segundo veredicto de culpabilidad -emitido el 31 de mayo de 2017- le “dolió” más que en la primera ocasión. “Me quedé frío, se me cayó el mundo, pensé todo lo que pasé la primera vez”, relató.
¿Usted alega que fue víctima de persecución?
—Pierdes tu título, tu escaño, tu libertad... Ganas la apelación y viene el fiscal y decide otra vez presentar una acusación por el mismo delito que fue desestimado en Boston. ¿Cuántas oportunidades le vas a dar un fiscal para demostrar que eres inocente? O es un asunto de ego o hay un asunto de persecución por parte del fiscal, ciertamente... No tuve un juicio objetivo ni imparcial en ninguno de los dos procesos.
¿Se arrepiente de algo?
—La gente entendía que el ir a un viaje con una persona que tenía un proyecto tal vez haya sido un error de juicio. Lo que la gente no entiende es que eso no estaba atado ni conectado a ningún proyecto de ley y, en ese sentido, uno piensa, pues mira, tal vez pudo haber sido un error de juicio, pero eso no es sinónimo de un acto criminal ni mucho menos de un delito federal.
¿Quién era Héctor Martínez en el 2005 y quién es ahora?
—El golpe fue duro. Me siento mucho más sensible, hablo de esto y se me aguan los ojos... Quiero tener la oportunidad de recuperar ese tiempo perdido, darle mayor calidad de vida a la vieja, compartir más con mis sobrinas y sobrinos, y disfrutarme la vida como posiblemente nunca me la disfruté antes... Lo más importante, sanar esta herida, pasar la página y ayudar a aquellos que posiblemente estén en la misma posición mía y no tengan cómo defenderse.
La política, directa o indirectamente lo llevó al capítulo más difícil de su vida, pero también le mostró a los verdaderos amigos, indicó. “Conocí a unos amigos que los tenía en la política, pero no conocía su nobleza, su corazón, la sinceridad y la convicción que sentían de esa amistad y eso lo valoro todos los días. Aprendí a odiar la ingratitud”, dijo.
Entre esas figuras incondicionales estuvieron los actuales presidentes legislativos, Thomas Rivera Schatz y Carlos “Johnny” Méndez, así como la alcaldesa de Canóvanas, Lornna Soto.
¿Regresará a la política?
—Te voy a agradecer que esa pregunta me la hagas el año que viene, que es cuando abren las candidaturas y ahí yo podré tomar una decisión con mayor certeza de lo que vaya a hacer. Ahora, quiero vivir el día a día.
FUENTE: elnuevodia.com
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